El gran apagón sumió al Corredor del Henares en la incertidumbre y la oscuridad total al llegar la noche
A las 12:32 en punto, el reloj de la torre de la Iglesia de Torrejón de Ardoz se paró. No fue un fallo mecánico ni una casualidad. Fue el instante exacto en el que se cortó la electricidad en toda la Península Ibérica.
En cuestión de segundos, la vida moderna se detuvo: semáforos apagados, comercios a oscuras, bares desbordados e incapaces de cobrar con tarjeta, cajeros automáticos inservibles. «Intenté sacar dinero en el centro y todos los cajeros estaban apagados. Empezamos a pensar que era algo serio», cuenta a MiraCorredor un vecino de Torrejón.
En la Plaza Mayor, la incertidumbre fue tomando cuerpo. «Al principio pensábamos que era algo del restaurante, pero cuando vimos que todo el centro estaba igual, nos entró el nerviosismo», recuerda otra vecina que se encontraba con sus padres en un bar.
La escena se repetía en Coslada. «Todo se apagó de golpe. No funcionaban los porteros automáticos, no teníamos cobertura, la gente salía a la calle con cara de susto», relata un vecino del barrio de Valleaguado. «Por la tarde bajamos con la radio del abuelo y nos sentamos en el parque a escuchar lo poco que decían».
En Guadalajara, la reacción fue similar. «Estábamos en casa y de repente todo se apagó. Lo primero que hice fue mirar por la ventana. Al bajar a la calle supe que no era solo mi piso», explica una vecina del centro de la ciudad. «Intentamos poner la radio del coche y había mucha gente haciendo lo mismo en el aparcamiento».
Las tiendas de electrónica fueron de los primeros lugares donde se notó la desesperación. Muchos corrieron a ellas buscando información y transistores. «En menos de una hora no nos quedaba ni una radio de pilas. Se vendieron todas», dice un dependiente de una tienda del centro de Torrejón. «Parecía una película de los años 80».
«Fue raro ver la calle Mayor sin luz. Ni una farola, ni un escaparate. Solo el reflejo de las linternas de los móviles», recuerda un vecino del casco histórico de Alcalá. En su casa, como en tantas otras, recurrieron a velas y a una vieja radio para intentar seguir el hilo de lo que estaba ocurriendo.
En muchos lugares, las redes móviles también colapsaron. Las llamadas no entraban y la conexión a Internet era intermitente o nula. «Nos sentimos aislados. Era como estar desconectados del mundo», dice una vecina de Coslada, madre de dos niños y con un comercio en el centro. «No teníamos luz, ni red ni ordenadores. Nos fuimos a casa cruzando los dedos para que no se estropeara nada».
Cuando cayó la noche, el Corredor del Henares ofrecía una estampa insólita. Calles completamente a oscuras, farolas apagadas, negocios cerrados y ventanas apenas iluminadas por linternas o velas. Solo el murmullo de algunos que pasaban por la calle con las linternas de sus móviles o las luces de algunos coches y de la Policía rompía la oscuridad.
La luz volvió tras más de diez horas. Sin embargo, el reloj de la Torre de la Iglesia de Torrejón seguía marcando las 12:32, como una cicatriz en el tiempo. En ese momento, la rutina se detuvo, las certezas se apagaron y las voces en la calle, y en la radio, se convirtieron en la única manera de saber qué estaba ocurriendo.