Los hermanos que violaron y mataron a Elena en un prostíbulo de Coslada
Elena, de 40 años y de origen rumano, era la madame de un pequeño burdel situado en el número 1 de la Avenida Príncipe de Asturias de Coslada, el club Copacabana, que abrió sus puertas hace más de 15 años y desde entonces ha pasado por diferentes dueños.
En la madrugada del 11 de marzo de 2016 en aquel local ocurrió algo terrible. Al día siguiente por la mañana, un vecino, el propietario del Taller Díaz, llamó a la Policía Municipal para indicar que había un BMW mal aparcado en la puerta del taller. Otro vecino alertó a los agentes de que junto al coche había restos de sangre que parecían muy recientes.
La Policía acudió rápidamente al club y se encontró con los restos de sangre al retirar el coche con la grúa. El vehículo fue conducido a las dependencias de la Policía Municipal y por parte de los agentes se realizó una minuta en la comisaría del Cuerpo Nacional de la Policía de Coslada por el hallazgo de la sangre. Nada de momento hacía temer lo peor.
Al mediodía, una mujer llamó a la misma comisaría de Coslada señalando que era la madre de Elena y que no había vuelto a casa. La mujer explicó que su hija trabajaba en el prostíbulo Copacabana.
Al mismo tiempo, los agentes confirmaron que el BMW retirado por la Policía Local era propiedad de la misma mujer que su madre había denunciado como desaparecida. A partir de ahí se encendieron todas las alarmas. La Policía sospechó que la hija podría estar dentro del club.
A las cuatro de la tarde los agentes consiguieron la autorización judicial y fue cuando entraron en el prostíbulo. No tardaron nada en encontrar, en el hall interior del local, el cadáver desnudo de la mujer que podría llevar muerta unas diez horas.
Comenzó la investigación, aunque el caso era muy extraño. El cadáver aparece en el interior pero el charco de sangre que correspondía a la víctima estaba en la calle, junto a su coche. En ese momento no se sabía muy bien qué pudo ocurrir, aunque las primeras sospechas hicieron pensar a los agentes que la mujer pudo ser agredida en la puerta y rematada dentro del club.
El cuerpo de Elena yacía muerto en el suelo, desnudo, en un escenario oscuro y macabro. Su rostro estaba desfigurado, había sido destrozado a golpes, su cara estaba machacada. Una brutalidad propia de mafias del Este o de sicarios.
Horas más tarde, la autopsia señaló que el cadáver fue golpeado en la parte derecha de la cara con un objeto cortante, probablemente un pequeño radiador, aunque el arma no ha sido confirmada.
Los policías precintaron el local, cerraron sus puertas y desde ese día, nada más se supo de un crimen que horrorizó a Coslada y a la comunidad rumana en España. Además la ausencia de testigos, dificultó mucho más las investigaciones.
Pasaron los meses y parecía que el crimen se iba a quedar sin resolver, pero la Policía trabajaba sin descanso y ya tenía identificados a los presuntos asesinos, dos hermanos rumanos residentes en Coslada en los que los investigadores centraron desde el principio todas las pesquisas.
El primero cayó en Alcalá de Henares el pasado mes de septiembre. Se trataba de un joven de 23 años. Fue acusado directamente como presunto autor del homicidio y de un delito de agresión sexual contra la fallecida. También en esas fechas fue arrestado en Torrejón de Ardoz un compatriota del presunto asesino por encubrirle.
Pero la investigación no se dio por zanjada. Faltaba otra pieza clave, el hermano del detenido al que la Policía buscaba.
Se supo que había huido a Rumania, se había refugiado allí en una casa rodeada de nieve en la localidad de Petrea.
Fue entonces cuando se inició una colaboración policial a través de Interpol que dio sus frutos a principios de este 2017 cuando el hermano del primer detenido fue localizado y arrestado en la vivienda donde estaba escondido.
Tras su detención, agentes de la Jefatura Superior de Policía de Madrid se desplazaron hasta Moisei (Rumanía) y participaron en el dispositivo y en las diligencias policiales de entrada y registro, donde se localizaron diversos efectos y prendas de vestir que le incriminaron en los hechos.
Las autoridades judiciales rumanas autorizaron la extradición del detenido a territorio nacional y, una vez en España, el juez correspondiente ordenó su ingreso en prisión, acusado de los mismos delitos que su hermano. La Policía, ahora sí, dio el crimen por resuelto.
Serán los presuntos culpables los que tengan que explicar ante el juez cómo asesinaron a Elena, cuál fue su macabro plan si es que lo hubo y en qué momento decidieron violarla. Según se desprende de las investigaciones, parece ser que los dos hermanos (no se sabe si el que los encubrió también estuvo allí pero no participó en los hechos) ya habían montado bulla en otro local de alterne de la localidad. Iban borrachos, era tarde y Elena, que regentaba el Copacabana, no les dejó entrar. A partir de ahí se desató una pelea que acabó con la víctima ensangrentada, arrastrada, violada y después muerta.
Sorprende el enañamiento y la brutaldiad con la que cometieron supuestamente los hechos. El inspector de Policía José María Benito explicaba aquí en MiraCorredor.tv que, según su experiencia, «los ciudadanos rumanos violentos que cometen delitos son muy violentos, no matan pegando un golpe en la cabeza, utilizan el ensañamiento. Son extremadamente brutales a la hora de cometer sus crímenes y producen todo el daño que pueden y más».
Quizá ella, en un país que no era el suyo, jamás pensó que iba a acabar asesinada por dos paisanos.