María Ángeles y José María partirán el 26 de julio, enviados por la diócesis de Alcalá, para colaborar durante tres años como misioneros laicos
María Ángeles Valios y José María Sainz, un matrimonio de Torrejón de Ardoz con una vida marcada por el compromiso cristiano, han decidido dar un paso más en su vocación. Pertenecen a la parroquia de Nuestra Señora del Rosario y hasta hace poco ejercían como catequistas y colaboradores estrechos del actual obispo de Albacete, Ángel Román, quien fue su párroco.
A sus 63 años, María Ángeles, nacida en Lleida, siente que ha llegado el momento de volver a la misión. Ya vivió seis años en América Latina —tres en Colombia y tres en República Dominicana—. Desde muy joven, recuerda, sintió una llamada interior. «La vocación misionera no ha sido algo espectacular, sino que ha venido poco a poco», contaba recientemente en una entrevista para el programa El Espejo de la diócesis de Alcalá. Fue leyendo vidas de santos en una colección que le regalaban a su padre cuando empezó a nacer en ella un «ardor misionero» que nunca se apagó.

Imágenes: Diócesis de Alcalá.
José María, por su parte, creció en una familia sencilla de Madrid y estudió Sociología en la Universidad Complutense. Aunque en su entorno predominaban las ideas marxistas y muchos abandonaban la práctica religiosa, él persistió en su fe. «Me acuerdo de que iba a misa a escondidas para que los amigos no se enteraran», recordaba. El día que vio un pequeño anuncio en el diario ABC sobre laicos misioneros, se acercó a la delegación de misiones y conoció OCASHA – Laicado Misionero, la asociación a la que pertenece desde entonces.
El próximo 26 de julio pondrán rumbo a República Dominicana, enviados por el obispo Prieto Lucena como misioneros laicos desde la diócesis de Alcalá de Henares. Firmaron el convenio el pasado 17 de junio y días después recibieron el envío en una misa presidida por el propio obispo complutense y concelebrada por Ángel Román. Su destino será la diócesis de San Juan de la Maguana, una de las más pobres del país, situada junto a la frontera con Haití.
Allí se integrarán en un centro educativo con internado destinado a niños de zonas rurales, donde se imparte educación básica de lunes a viernes. Se trata de chavales que viven a entre 5 y 15 kilómetros del centro y no pueden desplazarse cada día a pie hasta sus escuelas. Además de la formación académica concertada con el Estado, el proyecto incluye talleres de agropecuaria, panadería, pastelería e informática.
Su labor consistirá también en apoyar a la comunidad pastoralmente, sustituyendo a un matrimonio que se retira del proyecto. «Hemos visto ahí la providencia de Dios, que ha puesto ese proyecto en nuestras manos», afirmaban con gratitud. La zona es tan remota que apenas cuenta con agentes de pastoral: un solo sacerdote misionero estadounidense y dos religiosas brasileñas mayores se reparten la atención espiritual de un extenso territorio.
María Ángeles y José María se sienten preparados para afrontar esta nueva etapa. Sus hijos son ya adultos e independientes, y él está jubilado. «Pensamos que todavía tenemos unos años útiles —que útiles hasta el último momento los tenemos todos—, pero que ahora podríamos dar esos años de misión ad gentes», explicaban.
Lo que más les costará dejar atrás no son las comodidades materiales, sino la comunidad parroquial donde han vivido más de dos décadas y sus lazos familiares. «Es dejar también a mi madre y a los hijos. No hay esa dependencia, porque ellos son independientes, pero son cosas que te cuestan», decía María Ángeles.
A quienes quieran ayudarles desde la diócesis de Alcalá, les piden ante todo oración. «Sentir que rezan por nosotros», subraya ella, «porque la oración tiene su acción y el Espíritu Santo actúa a través de las personas que rezan». También llaman a impulsar la animación misionera desde las parroquias y a abrir caminos para que otros laicos se sumen a este tipo de proyectos.