Se enfrenta a una petición de 25 años de cárcel por matar de 12 puñaladas a su exmujer
La defensa de Julián P., acusado de asesinar a su exmujer, Mari Carmen, el 2 de marzo de 2021 en el rellano del bloque de viviendas donde ella trabajaba limpiando en la Avenida de la Constitución de Torrejón de Ardoz, ha asegurado en el juicio con jurado popular que se celebra en la Audiencia Provincial de Madrid que la víctima le hacía «la vida imposible», según informa Europa Press.
Según la defensa del acusado, ese día sufrió un arrebato después de que la mujer le diera con el palo de una fregona en la cabeza en el transcurso de una acalorada discusión porque el hijo menor de ambos no iba a clase.
El hombre, español de 48 años cuando cometió el crimen, la acosaba e iba a su puesto de trabajo, pero ella no quiso denunciar porque suponía dejar de ver a uno de sus hijos al tener la custodia el padre, según han sostenido este lunes los familiares de la mujer.
En la sesión de este lunes la Fiscalía ha argumentado su acusación contra el procesado como autor de un asesinato con alevosía con la agravante de género, que ha sido secundada por la acusación particular, que ejercen los padres de la víctima, y la acusación popular que ejerce la Comunidad de Madrid, apunta Efe.
La Fiscalía atribuye este asesinato a un acto de «dominación» y «desprecio» hacia la víctima por el mero hecho de ser mujer «ya que nunca aceptó la ruptura de la relación ni que ella pudiese mantener nuevas relaciones sentimentales».
Por eso solicita para él 25 años de cárcel y una orden de alejamiento de 500 metros respecto de los hijos, los padres y la hermana de la víctima, así como una indemnización de 150.000 euros, 70.000 euros y 30.000 euros respectivamente.
Por su parte, la defensa del acusado ha defendido su absolución debido al estado psicológico en el que se encontraba, que quedará demostrado en un informe, y ha sostenido que Julián se confesó culpable tras el crimen y nunca tuvo intención de matar a su exmujer, española de 46 años. De hecho fue él quien quiso divorciarse porque, según dice, sufría abusos por parte de ella.
Los agentes que llevaron a cabo la investigación han declarado que el acusado acudió al trabajo de la víctima portando un cuchillo de cocina que había comprado esa misma mañana en un bazar, y tras el crimen contó lo ocurrido a varias personas y confesó en comisaría. La Policía colocó al hombre unas bolsas de papel en las manos ensangrentadas para preservar pruebas.