El joven ha logrado sobrevivir a un coágulo cerebral en Indonesia durante seis días, los que tardó su familia de Quer en conseguir casi 30.000 euros para operarlo
El timbrazo del teléfono fijo a las 5 de la mañana del pasado sábado 7 de julio, día de San Fermín, no anunciaba fiestas, encierros ni diversión en la vivienda de Lauren y Laura, en el pequeño municipio alcarreño de Quer, según informa El Heraldo del Henares.
A esas horas de la madrugada, por el desfase de los husos horarios, solo podría ser su hijo Víctor, que se encuentra recorriendo Indonesia mochila a la espalda desde el 26 de junio con dos amigos valencianos, Alex y Marcos.
Al otro lado de la línea, la madre del primero: «Los chicos han tenido un accidente de moto, Álex ha muerto y Víctor está malherido en un hospital y necesita urgentemente una operación por un coágulo en la cabeza. Solo Marcos parece ileso».
La madrugada, el silencio, el sopor veraniego y la confusión se adueñan de este matrimonio: Víctor, de 25 años, ingresado en el Hospital de Sanglah, en Denpasar (Bali), a 24 horas de avión desde Madrid, y Álex muerto. No puede ser verdad. En el 112 les recomiendan acercarse al cuartel de la Guardia Civil de Azuqueca, adonde llegan pasadas las 6 de la mañana. Allí, los agentes de servicio se desviven por ellos y consiguen conectarles con el cónsul de España en Yakarta quien les confirma la pesadilla: un muerto y un herido grave.
Por mediación de este diplomático, contactan con Alba, una joven española con la que los jóvenes accidentados habían entablado amistad en Indonesia. Así, se enteran de que el grupo de amigos había alquilado varias motos para desplazarse por el país. En una de ellas iban Álex y Víctor cuando un perro se les cruzó en su camino y salieron despedidos del vehículo. Álex murió y Víctor sufrió graves heridas, con numerosas fracturas, una en la clavícula y varias de ellas en la mandíbula, pómulo y la base del cráneo, que le provocaron un coágulo en el cerebro.
Allí, el chico se encuentra «consciente pero aterrado», explica a El Heraldo del Henares su padre, pues apenas hay medios para su atención médica, ni siquiera le han lavado las heridas y no puede comunicarse con nadie, pues el personal médico no habla ni español ni inglés.
La familia comienza entonces frenética carrera por sacar a su hijo de ese hospital y procurarle una buena asistencia sanitaria. Les preocupa ese coágulo cerebral que requiere de una intervención urgente, una intervención que en el pequeño Hospital de Sanglah nunca podrá recibir. De hecho, en este centro sanitario dan incluso el alta al chico, con permiso para volar, algo impensable con un coágulo en la cabeza, a fin de que dejara la cama libre.
Lauren se pone en contacto de nuevo con el cónsul y de nuevo palabras de consuelo, pero ni una acción más: Yakarta está a 1.000 km del lugar de los hechos y no tienen previsto mandar a nadie desde la delegación diplomática. Lauren se acuerda entonces de que un día antes recibió una de esas molestas llamadas ofreciéndote préstamos instantáneos «para sus sueños de verano», y que rechazó como tantas otras llamadas. Por eso, busca el número de teléfono y es él quien ahora les devuelve la llamada: «Necesito 6.000 euros urgentemente, mi mujer vuela hoy mismo hacia Indonesia para acompañar a nuestro hijo en un hospital».
Con apenas un sueldo de 1.300 euros como concejal del Ayuntamiento de Quer, con su mujer en paro y una hipoteca que ya casi se come la mitad de la nómina, meter otros 140 euros más al mes para amortizar un nuevo préstamo no era muy recomendable, pero con un hijo hospitalizado a más de 13.000 kilómetros era la única solución posible en ese momento.
Gracias al préstamo, Laura vuela ese mismo sábado hacia Yakarta mientras Lauren y toda la familia siguen agarrados al teléfono. En ese momento, recuerda que su póliza de decesos con Helvetia Seguros también incluye cobertura para cierto tipo de sucesos en el extranjero y les da parte inmediato. «En Helvetia se pusieron a trabajar inmediatamente y en apenas dos días consiguieron trasladar a Víctor al moderno centro hospitalario de Siolam, cuando ya lo habían echado de Sanglah con el coágulo aún en la cabeza». Este nuevo hospital, mucho más moderno y preparado prescribe los primeros analgésicos a Víctor.
Sin embargo, pronto reciben un nuevo mazazo: su hijo ha de ser operado cuanto antes mejor de las lesiones cerebrales, porque con ellas no puede volar salvo que quiera jugarse la vida. La intervención, cuesta alrededor de 36.000 euros y Helvetia les dice que la póliza les garantiza solo 6.000 de atención hospitalaria y el viaje de vuelta, pero no el resto del dinero. Es más, no autorizan el vuelo de vuelta si el chico no ha pasado antes por quirófano, toda una pescadilla que se muerde la cola.
Lauren vuelve a recurrir al cónsul, pide incluso hablar con el embajador, pero no se le facilita el acceso. Otro familiar llama en España al ministerio de Asuntos Exteriores. La respuesta, en todos los casos, es la misma: en este tipo de sucesos ni la embajada ni el Gobierno de España facilitan los fondos para la operación de los heridos. «Ni siquiera a través de un préstamo o una ayuda pública que nos comprometiéramos a pagar poco a poco de nuestra nómina mes a mes, que no se trata de que sea gratis, solo de que nos ayuden a solucionar el problema», lamenta Lauren.
Las horas pasan deprisa y su hijo sigue postrado en una cama de hospital en Indonesia, a 24 horas de vuelo desde Madrid. Le darán el alta sí o sí, incluso sin ser operado, cuando la cuantía asegurada con Helvetia para estancias hospitalarias en el extranjero, 6.000 euros, se agote. Entonces, tanto el chico como su madre, que desde que llegó no se separa de él, ni siquiera por las noches, en las que duerme en un colchón tirado en el suelo de la propia habitación, quedarían en la calle y sin posibilidad de retorno.
Lauren siguió removiendo Roma con Santiago para conseguir los veintitantos mil euros que le faltaban para completar la diferencia con lo que pagaba Helvetia. Un banco de Alovera les ofreció esa cantidad, pero en un plazo de devolución tan corto y unos recibos tan altos, que sumados a la hipoteca y al préstamo para el viaje, hacía inasumible la devolución sin riesgo de quiebra familiar. No obstante, la incertidumbre por la evolución médica de su hijo y que lo dejaran en la calle, empujan a Lauren a aceptar las condiciones. Apenas unas horas antes de ello, un amigo íntimo de su hijo se ofrece a adelantar el dinero sin condiciones de plazo para la devolución.
Lauren hace inmediatamente la transferencia en la mañana del jueves 12 de julio, pero el hospital se niega a operar hasta que el dinero no esté físicamente en su cuenta. «Tratándose de una transferencia internacional, podría tardar días, los que mi hijo no tenía, por lo que esa misma mañana llamamos de nuevo al cónsul para que hiciera gestiones en el hospital y nos respondió que él no iba a hacer 1.000 kilómetros desde Yakarta para ejercer de intérprete. No obstante, horas después, debió cambiar de opinión y llamó al hospital y avaló institucionalmente nuestro documento y automáticamente llevaron a quirófano a Víctor», señala Lauren.
Siete horas después, ya en la noche del jueves al viernes, con los diferentes husos horarios, Víctor sale del quirófano. Está bien. En tres o cuatro días podrá volver a España. Ya sí, con una plaza puesta a su disposición por Helvetia.
Lauren sabe que si su hijo hubiera dispuesto de algún seguro o tarjeta sanitaria nada de esto hubiera ocurrido. «Yo le pregunté, y me dijo que lo tenían todo controlado, pero, desgraciadamente, creo que no lo habían controlado todo».
«No entendemos que la Seguridad Social española no se haga cargo de estas cosas: si un extranjero llega a España, aunque sea de forma ilegal, tiene asistencia sanitaria gratuita desde que pisa tierra, aunque no haya cotizado nunca en su vida. Me parece perfecto, es una cuestión de humanidad; pero si un español sale al extranjero, no le cubre ni la Seguridad Social española ni la del otro país. Es injusto. Y yo solo pedía que adelantaran el dinero y me lo descontaran poco a poco de la nómina», finaliza.