Un hombre que apenas tiene para vivir da 10 euros a otro para ayudarle
«Acabo de vivir uno de los momentos más bonitos e intensos de mis 17 años de vida madrileña en el Metro de Madrid». Así comienza un hilo de Twitter publicado por Lucas Sánchez en el que relata la historia vivida entre un «yonki», un chico marroquí y él.
«Vuelvo de un concierto y entra un yonki en el vagón. Yo sigo relamiéndome, escuchando a la banda que vengo de ver, aisladito con mis cascos. Pero el yonki se echa a llorar, me sorprende la situación y me quitó los cascos para enterarme», explica.
«El yonki llora porque un chico marroquí, que está en nuestro vagón, le dice que ánimo. Que él ha estado en su situación. Que se sale. Que luche», continúa relatando.
«Le abraza. Se sienta a su lado. Le da palmaditas de ánimo. El yonki sigue llorando y se levanta. Antes de la siguiente parada, el marroquí saca la cartera y le da 10 euros. El yonki se vuelve a desplomar llorando. Coge el dinero, le da un abrazo y se va». «Parece que nunca le habían dedicado tanto cariño, tantas palabras. El dinero es solo un añadido», comenta.
Luchas Sánchez sigue relatando que «el marroquí se queda una y dos paradas al borde del llanto, con los ojos llorosos». «Yo estoy alucinado. Vivo todo el momento totalmente paralizado. Lo pienso dos y tres veces, pero le digo al marroquí que es lo más humano que he visto en 17 años en el Metro».
«Él me cuenta que ha estado ahí. Que durante una época se drogó. Que lleva 20 años en Madrid, pero que tiene trabajo y que, gracias a la ayuda de otros y de ese trabajo, ALGUNOS días ya NO DUERME EN LA CALLE», escribe este usuario que ha decidido hacer pública la historia vivida en un vagón.
Sánchez sigue contando que el marroquí le dice que «sabe que casi seguro esos 10 euros, que ni de coña le sobran, van a terminar en drogas. Pero que igual no. Y que alguien le tenía que ayudar, que ayudar a los demás es algo que Dios siempre recompensa. Que a él, si no le hubieran ayudado, no hubiera podido hacer lo mismo. Y repite que igual no ha ayudado a nadie y que el yonki se lo gastará en drogas. Pero tenía que hacerlo».
En ese momento, indica, «Yo tengo un billete de 20 euros en la cartera y se lo doy. No lo quiere coger y le digo que ojalá se los hubiera podido dar al anterior chico, pero que por lo menos valgan para ayudarle a él y que no duerma en la calle por ayudar a otro. Me dice que no los quiere».
«Insisto hasta que los coge. Me dice que vale, pero si me puede dar un abrazo. Nos abrazamos. Salgo por la puerta y me quedo en el andén. Aturdido. Emocionado. Y todavía estoy así».
La historia termina con una reflexión:
Decimos mucho de otras culturas, pero acabo de ver a un tío darle dinero a otro que no estaba tan lejos. Dinero que no le sobraba, no como a mi. Y quedarse jodido luego, no por él, por el otro.
— Lucas Sanchez (@Sonicando) 21 de julio de 2018
Aquí solemos dar lo que nos sobra. De lejos. Para sentirnos mejor. Y he visto a un tipo dar lo que le falta. Y seguir llorando.
— Lucas Sanchez (@Sonicando) 21 de julio de 2018
Ahora me voy a la esquina de pensar, que el mundo que no vemos, y que siempre juzgamos desde el privilegio, es la hostia.
— Lucas Sanchez (@Sonicando) 21 de julio de 2018