Se enfrenta además a cinco años de inhabilitación para ejercer su profesión y a siete años de libertad vigilada
La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a un médico a seis años y medio de prisión por abusar sexualmente de una paciente en la Clínica Cellosa de Torrejón de Ardoz, a la que acudió para que la inyectaran un relajante muscular.
En la sentencia, a la que ha tenido acceso MiraCorredor.tv, la Sección 29 de la Audiencia de Madrid condena a Alejandro A.R.U. como autor de un delito de abusos sexuales y le impone cinco años de inhabilitación para ejercer su profesión y siete años de libertad vigilada una vez cumpla la pena de prisión a la que ha sido condenado.
Además, el médico deberá indemnizar a la afectada con 3.000 euros por los daños morales ocasionados. Con todo, la Sala recuerda que esta resolución no es firme y contra la misma cabe interponer recurso de casación ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo.
Los hechos se produjeron el 14 octubre de 2014 cuando la mujer acudió al servicio de urgencias de la citada clínica privada de Torrejón de Ardoz aquejada de un dolor de espalda.
Tras explicar al médico sus dolencias, este le pidió que se tumbara en la camilla para realizarle una exploración, momento en el cual «prevaliéndose de su condición de facultativo sanitario y sin que fuera necesario para la dolencia» le hizo pasar a otra estancia, en la que tuvieron lugar los tocamientos por la zona del pecho, glúteos y vagina.
Los magistrados dicen en su sentencia que el doctor «actuó guiado por su ánimo libidinoso» y que incluso mandó a la paciente que se quitara el tampón que llevaba puesto al estar con la menstruación. Pero esta se negó y fue entonces cuando cesaron los tocamientos y le inyectó el relajante muscular, que era el motivo por el cual la mujer había acudido a urgencias.
Señalan los magistrados que la paciente «se encontraba bloqueada» mientras le realizaba los tocamientos y que «en ningún momento accedió a los mismos», como defendió el procesado en el juicio.
El médico enmarcó los tocamientos que realizó a la denunciante en un «comportamiento rutinario» ante lo que creía, «podría tratarse de un caso de fibromialgia».
Defendió su actuación amparándose en que «en ningún momento ella me pidió que parara», ni siquiera le indicó que estaba «incómoda», con lo que procedió a realizar «los trámites pertinentes».