El análisis de los datos que aportan los juguetes permite a los expertos de la Universidad de Alcalá detectar dificultades motoras, sensoriales o cognitivas
Un sonajero, una torre de cubos, el juego de las espigas y una pelota son los primeros juguetes inteligentes desarrollados por investigadores españoles para la detección precoz de problemas en el desarrollo de los niños.
La torre de cubos, para el que ya se está tramitando una patente, es el juguete más probado del proyecto Educere, liderado por la Universidad de Alcalá de Henares y en el que participan también la Politécnica y la Autónoma de Madrid.
Aunque en apariencia son juguetes corrientes, la tecnología es clave en el diseño de los prototipos, capaces de registrar datos sobre la coordinación, la manipulación y la precisión de los pequeños.
Por ejemplo, los cubos llevan instalados unos sensores que miden el tiempo en movimiento, la velocidad y aceleración máxima alcanzadas y las agitaciones producidas al mover los diferentes elementos cuando se hace la torre.
«El análisis de estos datos, sumada a la observación (mediante la grabación de vídeos en el tiempo de juego), permite a los expertos detectar la posibilidad de que exista algún tipo de problema o dificultad motora, sensorial o cognitiva en los menores», explica el portavoz del proyecto en la Universidad de Alcalá, Bernardo Alarcos.
La realización de la torre de cubos se utiliza para observar el movimiento de los niños de entre 2 y 3 años, mientras que el sonajero, que lleva en su interior sensores relacionados con la presión y la aceleración, es idóneo para bebés.
El juego de las espigas se prescribe para niños de 4 y 5 años, que deben ser capaces de meter palitos en un agujero, mientras que la pelota, se usa para una valoración de los niños de entre 5 y 6 años.
Sobre la investigación, las profesoras Susana Núñez y Cristina Serrano, que imparten la especialidad de Fisioterapia y Educación Especial en la Universidad de Alcalá, respectivamente, destacan su relevancia por atender las señales de alarma de patologías que pueden estar relacionadas con desfases en el desarrollo de los pequeños.
«Hacer una detección y diagnóstico precoz supone iniciar cuanto antes la atención temprana. Lo motórico no se puede desligar de lo cognitivo, de lo social, de lo emocional; un problema motor puede afectar a cualquier área y no podemos desligar lo uno de lo otro», explica Núñez.
Además, las dos expertas consideran un acierto que los diseños para obtener información sobre el comportamiento infantil sean juguetes u objetos familiares, para usar en casa o en la escuela.
«Es muy importante que este tipo de valoración se realice en el entorno habitual del niño, porque así está más cómodo y su comportamiento habitual a través del juego nos puede ayudar a detectar alguna alteración del desarrollo más rápidamente», explican.
En la actualidad, el estudio se está llevando a cabo en tres escuelas infantiles (una en Alcalá de Henares y dos en Madrid) con 60 niños de edades comprendidas entre los 2 y los 6 años.